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La escuela del buen pastor

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SANABRIA.OBISPOCelebramos en este IV Domingo de Pascua la fiesta del Buen Pastor. Desde 1964, bajo el pontificado de Pablo VI se comenzó a celebrar la Jornada Mundial de oración por las vocaciones, con el objetivo de hacer que toda la Iglesia se ponga en actitud orante para que el Señor suscite vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

El mensaje del Papa Francisco para este año es “Llamados a sembrar la esperanza y a construir la paz”, para animarnos a ser partícipes de su proyecto de amor y encarnar la belleza del Evangelio en los diversos estados de vida.

Para ejercer un buen pastoreo, necesitamos ir a la escuela del Buen Pastor. Allí deben ir sacerdotes y religiosos, padres de familia y líderes comunitarios, dirigentes y toda persona según su estado de vida (casado, soltero, religioso…) para aprender a vivir la vocación recibida del Señor. Todos debemos ir a la escuela del Buen Pastor.

Me contó un anciano pastor de ovejas que en cierta ocasión, estando él en la montaña, llegó hasta su cabaña un inquieto joven, que llevaba años, según le confesó, deseando encontrar la verdadera ciencia de la vida y el secreto de la paz interior. Había buscado en los más afamados Centros de Formación del país, pero sólo había conseguido mayores inquietudes. Había escuchado diversos maestros orientales, de moda en su ambiente, pero nada. Leyó a los mejores filósofos, pero no consiguió dar con la sabiduría que buscaba. Decidió retirarse a descansar a una solitaria montaña. Camino del refugio escogido, fue cuando hizo noche en la cabaña de nuestro pastor. Éste le invitó: Quédate aquí y comparte por un tiempo nuestra vida. La vida sencilla de aquellos pastores fue abriendo, poco a poco, un manantial de paz en el interior del joven ... y llegó a comprender lo que andaba buscando: la ciencia de la vida y el secreto de la paz.

Para realizar nuestra misión tiene que ser no a nuestra manera, sino a la manera del Buen Pastor. No hay otro lugar de aprendizaje a donde acudir sino a la escuela de Jesús. Solo se puede ser pastor del rebaño de Jesucristo por medio de él y en la más íntima comunión con él. De hecho, los apóstoles fueron, vieron y se quedaron, y pasaron muchas jornadas a su lado, compartiendo la vida hasta comprender la ciencia del pastoreo. Jesús nos enseña tres claves para ser buenos pastores.

La primera, Dar la vida por las ovejas. Jesús dio la vida por nosotros. Dice la primera carta del apóstol san Juan: “Miren qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!” (1Jn 3,1). Dar la vida solo es posible si hay un amor profundo y verdadero. La vida no se da solo al final en un acto de martirio; la vida se entrega cada día en actos humildes de amor. La vida se entrega a quien se ama; los padres, por sus hijos; los esposos entre sí, los líderes espirituales y sociales, por su pueblo. El amor hace que nos desprendamos de nosotros mismos y de lo mejor que tenemos, para obsequiarlo amorosamente al prójimo. El amor es donación de lo más valioso. Ojalá tengamos padres de familia, sacerdotes y líderes sociales que hagan de su vocación un servicio por amor y no un medio jugoso de subsistencia.

La segunda, conocer las ovejas y que ellas lo conozcan. El conocimiento, según la Biblia, no se limita a saber el nombre, sino conocer a sus ovejas con el corazón. Así el corazón nos conecta con el corazón del Buen Pastor y con el corazón de las ovejas. Ser Buen Pastor es cuestión de corazón, y se aprende amando, no simplemente estudiando. Para conocer a profundad las ovejas hay que conocer a profundidad al Buen Pastor. En definitiva, para ser buenos pastores tenemos que conocer y amar con el corazón de Jesús, No basta nuestro corazón ni es suficiente nuestro amor, porque somos limitados; solo se es buen Pastor si conocemos a las ovejas con el corazón de Jesús. No nos contentemos con amar con todo nuestro corazón, se requiere amar con todo el corazón de Jesús. Que podamos decir como los apóstoles: todos lo que hacemos “ha sido en nombre de Jesucristo Nazareno” (He 4, 10), que es “piedra angular” (Sal 117). Ojalá tengamos padres de familia, sacerdotes y líderes sociales que conozcan con el corazón de Jesús a sus ovejas para poderlas pastorear de la mejor forma.

La tercera clave, trabajar por la unidad, para que haya un solo rebaño y un solo pastor. La misión de los papás concierne a toda la familia sin excepción; la misión de los líderes religiosos y sociales concierne a toda su comunidad sin excepción; es más, no podemos contentarnos con quedarnos cómodamente tranquilos en los límites de nuestro propio ambiente, sino que hay que buscar a la oveja descarriada. El que quiere ser buen pastor debe ser buen misionero y debe saber que es responsable de todos, por eso emprende de manera inmediata la búsqueda de la oveja perdida.

La unidad es el sello de un buen pastoreo. La unidad familiar es el signo evidente de unos buenos padres de familia, el divorcio y la separación son la salida cómoda y fácil de su responsabilidad de buenos pastores. La unidad comunitaria es la evidencia de que al frente hay buenos líderes sociales y espirituales, que se afanan y luchan para que haya un solo rebaño y un solo pastor, unos propósitos comunes por los cuales luchar.

El mal pastor divide, crea incertidumbre, infunde miedo para sacar provecho de la situación, para matar y destrozar el rebaño, para buscar sus intereses o para implantar sus ideologías, por eso abandona las ovejas y el lobo las arrebata y dispersa (Cfr Jn 10, 10ss). El servicio de la unidad es tarea siempre del buen Pastor. Ojalá tengamos padres de familia, sacerdotes y líderes sociales que luchen por la unidad, pues la unidad es el sello de un buen pastoreo.

Estos son mi madre y mis hermanos, los aprenden en la escuela del Buen Pastor y pastorean la familia, la iglesia y la sociedad, dando la vida, conociendo sus ovejas y luchando por la unidad del rebaño del Señor.

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.

 

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